Powered By Blogger

lunes, 1 de agosto de 2011

Cuando los cambios atormentan

Dice la leyenda que los “cambios son siempre buenos y necesarios”. La creencia popular respalda esas palabras y a mí sólo me queda convencerme de esta tendencia.
Si bien mi madre me dice que estoy “en la quemá” (refiriéndose a que me queda muy poco para dejar de ser 100% joven),  veo cómo mis cercanos están constantemente disconformes con su lado laboral de la vida (sea uno, dos o hasta tres años de experiencia).
Me atrevo a afirmar que esta disconformidad  atraviesa generaciones. “Hago la pega de tres compadres”, “me tiene chato mi jefe”, “no tengo más proyección, me quiero puro ir”, “me pagan una mierda de sueldo”, “como si trabajara sin fines de lucro los fines de semana”, son alguna de las tantas frases que suelo escuchar en la micro, carretes y chateos varios.
Preguntarse por cuáles son las alternativas que uno tiene frente a este tipo de situaciones, creo que las respuestas son algo obvias. No obstante, el cambio de trabajo es algo así como una determinación “de vida o muerte”, tal como lo fue cuando decidimos por cuál carrera estudiar a nuestros tiernos 18 años.
Acabo de renunciar a mi trabajo. Dejé atrás no sólo dos años de experiencia, sino que también de aprendizaje y de historia. De todo lo adquirido, conocí una realidad tan extraña, de poco raciocinio y netamente superficial: la necesidad ferviente de parecer ABC1 (de hecho, este último punto da para ondarlo más adelante).
Mi nuevo trabajo viene consigo novedosos augurios. La mochila que cargaba  deudas universitarias, preocupaciones propias de la edad, cargada con metas frustradas, pesa un pelito menos que antes. Conclusión: mmm… no tengo idea.
Esperanzada, ruego que la decisión tomada haya sido la correcta. ¿Tan importante es ganar un buen salario? Si Dennisse, asúmelo de una vez que el dinero si importa.